Una vida entera pasa frente a sus ojos. Una vida entera entregada al río que todo lo lleva lejos y solo pasa una vez.
Se llama Nestor Manuel Sierra Ardila y lleva más de 60 años mirando el río, del que se enamoró a sus 14, trabajando como mensajero de una empresa que tenía estaciones desde Calamar hasta El banco, que hacía un recorrido en el corazón del departamento de El Magdalena. Desde esa edad supo que su destino era estar a orillas del río Grande, la principal arteria fluvial del país. Un desafortunado accidente le dio el trabajo soñado, cuando al joven con el que llevaba trabajando dos años se le prendió el proveedor de gasolina y entonces se quemó y él tuvo que reemplazarlo. Le dejaron ocupar el puesto aunque era casi un niño, pero la felicidad le duró solo unos meses. Su sueño se vio interrumpido cuando su familia migró para Barrancabermeja. Era el año 70, “el año en que ganó Pastrana las elecciones, el papá de Andrés Pastrana” dice, recordando el resultado de los comicios en que Misael Pastrana ganó por un ligero margen a Rojas Pinilla. Llegaron a la tierra, lejos del río. Era el 8 de noviembre de 1970, fecha que recuerda con exactitud…”mi papá nos trajo pa ca… como él tenía finca en la vereda llamarse Cuatro Bocas..la rompida... unos nombres ahí…” Lo recuerda con algo de desdén, porque desde que conoció el río sabía que no era un hombre para la tierra. Por eso no se quedó quieto y al tiempo regresaría a navegar… “manejando el motor de la finca de los tíos míos... de ahí veníamos acá a traer lo que era el plátano, la yuca y el pescao” . Al tiempo su padre había decidido dejar a su familia y migrar a Venezuela, “cuando el bolívar estaba bueno”, dice, el tiempo de los presidentes Rafael Caldera y Andrés Pérez, que sería el último en ocupar la silla presidencial para dar paso a la “revolución” pacífica de Chavez. Nestor recuerda a los presidentes como los de los buenos tiempos... “Mi papá se fue pa allá y nos dejó en la finca, la tenemos todavía...la tierrita está ahí todavía...” En el ir y venir del río terminó radicándose en el puerto petrolero, en Barrancabermeja… “de ahí me quedé, compré un plante mío que tengo, el motor y la canoa, y me puse a trabajar para pa dentro pa a un punto de llamarse Lejanía, por la Cimitarra…estuve por parte de Antioquia… llegué hasta Segovia, por allá”... Nestor Manuel cuenta su experiencia como si de la historia de otra persona se tratara, no hay asomo de tristeza o nostalgia, sin embargo, su vida, como la de muchos pobladores del río, también fue tocada por el conflicto armado. “Entonces cuando fumigaron la coca esa de por adentro entonces nos tocó salirnos porque ya no pudimos llevar nada porque se metieron los grupos armados y los autodefensas, los paracos”... mientras suelta estas palabras nos muestra su cédula, como para corroborar que existe, que ese es su nombre y para no olvidar su origen… “yo soy de Talaigua Nuevo, Bolívar (...) aquí tengo la cédula… Nací un 27 mayo del 54 (….) aquí ta el número de ciudadanía”... Le decimos que el número de la cédula no se debe mostrar, pero Nestor Manuel se ríe “No no no yo toy mostrando (...) es una fotocopia, la propia cédula la tengo en la casa, porque la he botado, entonces yo guardo la propia”… A Nestor Manuel nos acercamos el día anterior y sin querer iniciamos esta entrevista espontánea. Llegamos al muelle clandestino donde trabaja como celador, ya entrada la noche, en busca de una tomas para un cortometraje experimental que tiene como tema el río. La idea de invitarlo a participar como actor salió del fotógrafo, director de cámara y todero de producción Jaime H. quien luego de hacerle unas fotos y conversar con él, le propuso. Jaime H parece una máquina de hacer ideas, mientras miraba a Nestor Manuel me dijo: “mañana nos lo charlamos”. Al siguiente día, luego de la lluvia que nos retrasó un par de horas volvimos al embarcadero para hacer las tomas restantes. Un sombrero, necesitábamos un sombrero de paja para el actor que iba con nosotros. En ese momento un amigo de Nestor aparece. Enseguida nos consigue el sombrero. Por un momento nos damos cuenta de que todos en el embarcadero están expectantes, toman del pelo a Nestor Manuel, le dicen que de aquí va para Hollywood, que ya se va a hacer famoso. Nuestro actor solo sonríe. Llega el momento. Jaime H le da las indicaciones. Debe acercarse al cuerpo tendido de nuestro actor y sacudirlo, es la escena en la que el protagonista de la historia muere y un pescador se acerca al cuerpo. La toma se repite tres veces. Con Jaime H, al frente debe ser perfecta. Nestor hace lo suyo. Al terminar, Jaime H le llama para que se vea en acción. Nuestro actor mira la cámara sonriente, afirma con la cabeza en señal de aprobación. Jaime H. le propone un par de fotos, Nestor se pone donde le indican y mantiene una postura airosa. Luego hablamos un poco más. Nos cuenta que no concibe la vida sin el río.. que su vida propósito es estar en la orilla o navegando y por ello, pese a que tiene su ingreso por su plante, sigue trabajando como celador…”De 12 taba en el río y hasta la hora me he dedicado a estar en el río, porque yo no me gusta... me han brindado finca a orilla de carretera y nunca me ha dado por”… el silencio lo llenamos con la idea: nunca le ha dado por separarse del río… su pasión por el río la justifica con facilidad, todo lo que ocurre en ese muelle es fascinante… “No…. vea... uno viendo pasar los motores mire vea... los motores cargados de cosas y llegan acá…esa canoa llega acá y me la dejan aquí”... Eso es lo que le apasiona, y las amistades… “amistades sí...amistades entonces uno está en un nivel... no más viéndolos bajar”... lo entendemos, el ritmo de gente que llega del río y se va en él a otros destinos es lo que ven pasar sus ojos, es el movimiento de la gente lo que imprime vida al Magdalena y a él le permite viajar una y otra vez en los pasajeros fugaces. Repentinamente calla y mira. En el río aparecen grandes cantidades de masas invasoras, es el buchón que lo puebla de movimiento. Es evidente que el río tiene siempre toda su atención, se percibe en la forma como escudriña el espejo de agua mientras conversamos. El río y él tienen un matrimonio indisoluble. Cuando le preguntamos si está casado nos habla de su esposa, que vive cerca en caño Cardales, y con la que va a cumplir cerca de 40 años de convivencia. Tiene dos hijas, la mayor tiene 38 años y otra de 32 que se trasladó a Tumaco, “enfermera de aquí de la clínica Magdalena, se fue con el marido que trabaja para la industria”. Apenas dos hijas, le pregunta mi amigo Jaime H, un poco en broma porque las familias del río suelen ser numerosas...Apenas dos, afirma con risa Nestor… “porque como yo no paraba en la casa sino trabajando entonces yo no podía estar todo el día…” Ah no le quedaba tiempo para hacer más chinos”, le dice Jaime H… “No no no…. ja, ja, ja… y no estaba permanente que no veía televisión sino no estaba...mejor dicho..tuviese unos 20 chinos…Si, unos 20…Gracias a dios... de tanto que he luchado en el río ya estoy viejo yo”. Luego de un silencio y con la necesidad de continuar con el recorrido por la ciudad para hacer otras tomas para nuestro proyecto nos despedimos. Néstor abandona toda timidez para pedirnos que le hagamos llegar algunas fotos de las que le tomamos a su hija, la de Tumaco, nos aclara que su celular no tiene cámara y que su hija se queja de no poder verlo. Le pido el número de celular y saca un cuaderno en el que revisa una y otra vez las páginas, en las que están escritos nombres y teléfonos con una bonita letra cursiva, me ofrezco a ayudarle a buscar, pero insiste en hacerlo solo. Al final quedamos en que me enviará el número. Estrechamos manos y agradecemos a Nestor Manuel el tiempo. Se ve complacido Una sonrisa ilumina el rostro de Nestor y con un “bueno” nos despide, antes de regresar a sus ocupaciones, el río, su río, como exigente amante, lo reclama.
Escrito por Paula Lopez Fotografía Jaime Harnache
Jaime Arnache
Fotógrafo Documental
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